En la ciudad de los espacios infinitos
hay edificios de cristal colgando de nubes,
los puentes se abren a los cielos
dejando pasar diablos en barcos errantes.
Los marineros guiñan al sol que muere,
siguen su triste camino y saben
que nunca es el mismo barco el que navega.
Prósperos comerciantes,
buscadores de futuros,
soñadores y cáctus
pasean sus ropas nuevas por calles de diseño.
Las primeras bicicletas recorren la mañana
y Rotterdam se despierta entre aguas.